martes, 7 de abril de 2020

Ladrona de besos

Tan solo necesité el tiempo que tarda una mariposa en aletear sus alas para darme cuenta que ese día lo iba a recordar toda la vida.

Congelé  mis latidos y escondí la respiración mientras saludaba sin rencor el escalofrío incesante que moraba por mi cuerpo.

Con mi mano aún levantada y mis labios con el sabor a coco de los suyos empezé a sentir que subía un escalón importante en el proceso inevitable de maduración.

Una canción sonó en mí cabeza las horas siguientes. Consciente de que el amor de mi vida no estaba en esa habitación,  me gustó que fuese ella, de cabello color amanecer, la ladrona de mi primer beso.

El cariño inocente de un tierno inmaduro se acomoda en mis recuerdos al revivir la sensación de sentir una lengua intrusiva en mi boca. Toda una experiencia digna de contar.

Muchos años han pasado y aquel beso sigue robado. Otros mejores han venido pero el honor de ser el primero fue el que me dio aquella tarde de junio la ladrona de besos.

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