martes, 4 de agosto de 2020

Adiós mi princesa

Tu mirada inocente, tu cuerpo menudo. Desde el primer día fuiste mi razón, el mayor de mis logros, mis sueños y mis desvelos. Entre mis brazos mil veces te he acunado y nunca te va a faltar un te quiero, una caricia, un beso sincero. 

Pero los años pasan y mi princesa se convierte en reina. Tus ojos me siguen hablando de inocencia, pero tu cuerpo se hizo mujer y aún no me he dado cuenta. Le pregunto al pasado dónde me he perdido y descubro que es solo el amor de un  padre lo que ha cegado mis ojos.

Miradas como hienas secuestran tu silueta. Sangre hirviendo que bombea mi corazón. Ojalá pudiese guardarte en una urna para que nadie te apartase de mi lado. Ojalá el tiempo muriese y alcanzase al pasado para juntos seguir durmiendo nuestras siestas interminables. 

Te encuentro de la mano de un bastardo ladrón. Sonrisas y abrazos que yo no provoco, quiero que mi corazón me abandone, quiero exiliar el dolor. La traición siembra tu nombre y jamás entenderé que has aprendido a seguir tu camino. ¿No te das cuenta que nadie te querrá como yo? ¿Qué nunca te haré sufrir? ¿Qué puedes pedir mi corazón y te lo serviré en bandeja de plata?

 Me siento obligado a protegerte del maldito juego de adultos, que tu piel aún no tiene cicatrices y la mía se volvió dura como el cuero. 

Quiero gritar al que arrebata mi estrella, que no la trate como a una más, pues mi vida se va con ella. Que daría todo por una sonrisa sincera y que sus lágrimas son puñaladas que van directas a mi alma. Hazla feliz porque es el único deseo que le pido a esta vida y no te comportes como si fuese un juego pues lo que yo siento es un amor verdadero que no consigues comprender.  Te llevas lo mejor que hay en mí, te llevas lo único por lo que algún día moriría. 

Mientras seguiré acostado en su cama soñando con los cuentos que le contaba antes de dormir, con sus manos tocando mi nariz y su aliento expulsando la paz que un día me regaló.

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