martes, 25 de agosto de 2020

Víctima

Tony se cansó de luchar durante toda una vida plagada de adversidad. Miraba sus manos y no las podía recordar sin callos ni heridas. Buscando una vida mejor volvió a encontrarse con el estruendo del silencio. 

Tony volvió a su casa obligado por una crisis ajena. Nunca había dudado de las normas que habían guiado su vida por los raíles fijados y desamparado por la costumbre no supo escoger rumbo. 

Tony se sintió torpe la primera vez que pidió ayuda. Necesitaba hacer lo único que había hecho durante tantos años, sacrificarse. Pasaban los días y los amigos iban desapareciendo dejando solo una traición como despedida.

Tony acudió al último recurso al que podía aspirar. Luchó contra molinos de vientos que se contradecían entre sí y no comprendía como tenía más valor un papel que el hambre de sus hijos. Firme defensor de lo correcto, empezó a dudar de todo. 

Tony se cansó de tener que hacer lo simple complicado. De intentar empatizar con las piedras y de ver a sus hijos pasar necesidades porque  un folio tiránico sentencia que no le pueden ayudar. Gritó, claro que gritó. Rompió normas y directrices, escupió sobre las leyes y acabó con sus huesos sobre el duro cemento custodiado por rejas. 

Tony sirvió como ejemplo con un castigo desproporcionado. No volvió a ver sus hijos durante mucho tiempo. Reconocieron que una tecla cometió el error y que era merecedor de todo lo negado, pero su pena prosiguió por no ser educado. Sus hijos continuaron sometidos a la tiranía del hambre y él solo pudo aullar a la luna. 

El único pecado de Tony fue creer en el sistema. Seguir fielmente los imposibles caminos establecido y no tener un padrino que mirase más allá de un papel, allí donde se encuentra el alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario