viernes, 28 de agosto de 2020

Soberbia

 La joven princesa, empujada por su naturaleza rebelde, quiso salir de palacio sola. Odiaba sentirse perseguida por su escolta y criadas. Quería demostrar que era mayor y totalmente autosuficiente, así que ordenó que nadie la siguiera, que nadie la ayudará y sobre todo, que nadie la esperara. Y con una mueca del que se siente con todo el poder salió del castillo. 

Su paso ligero y decidido pronto se convirtió en torpe y lento. Descubrió que los zapatos con altos tacones no estaban preparados para andar por los bacheados caminos del bosque, pero llevaba con orgullo el fiel sello de la terquedad que definía a la perfección el carácter de su familia.

Con la excusa de disfrutar de unas vistas sin interés, se paró a descansar. Sintió los latidos de su corazón en los pies, pero ni un gesto de dolor o cansancio asomaba en su real rostro. Imaginando lo sorprendida que estaría la corte al contar cuán lejos había llegado, prosiguió su camino. 

Un chasquido en mitad de la nada, acompañado de un grito de dolor, retumbó en el bosque. El tobillo de la princesa se había quebrado y enseguida una inflamación hizo imposible sacar el zapato del aprisionado pie. Intentó andar, pero el dolor paralizaba su avance y sin más solución a la vista, se sentó en una roca a esperar que alguien pasase a recogerla.

El primero en aparecer fue un campesino con una carreta cargada de estiércol para su huerto tirada por un viejo burro. "Buenas princesa, ¿Quiere que la acerque a algún sitio?" Preguntó el campesino con voz desagradable. La princesa no pudo esconder el asco que el estiércol le producía y no paraba de imaginarse las risas de la corte al verla llegar en semejante carruaje y el olor que se le quedaría impregnado en su vestido. Declinó la oferta del campesino y siguió esperando. 

Pasaron las horas y un carro enorme con rejas, una puerta trasera con cerradura y tirado por dos yeguas, se paró delante suya. Dos personas con uniforme real se bajaron y le preguntaron "¿Princesa, que hace tan lejos del castillo? Si quiere la podemos llevar hasta palacio." La princesa miró al interior del carro y pudo ver que estaba lleno de gente cuya mente no estaba en este mundo, muy sucios y sin saber mantener dentro del organismo la saliva o los mocos. Fingió estar perfectamente y declinó la oferta.

La princesa empezó a soñar con la llegada de un príncipe a lomos de un enorme corcel y que la rescataría de aquella roca. Por contra, apareció un anciano agarrado a un bastón para no caerse, totalmente desaliñado y con aspecto de no haberse duchado en semanas. Se paró  delante de la princesa, la cuál no quiso ni mirar y después de obsérvala durante unos minutos dijo:

 - Normal que te hayas hecho daño en el tobillo, esos zapatos no sirven para andar en el bosque. - la princesa hizo un gesto de desagrado con la cabeza y se tapó el tobillo con la falda de su vestido. El anciano sonrió y prosiguió - No puedes volver a Palacio en ese estado, lo entiendo. Si quiere puedo acompañarla, le puedo servir de apoyo.

- No gracias - dijo la princesa mientras miraba el hombro mugriento del anciano y un escalofrío recorrió su espalda mientras se imaginaba apoyada en él. 

- Ya veo. Le desagrada mi aspecto . Prefiere quedarse ahí sentada sin poder moverse antes que recibir la ayuda de un viejo arapiento como yo. No lo entiendo pero lo respeto. Yo preferiría que me ayudasen antes de quedarme en esa roca y que los lobos me devoren al caer la noche - La princesa dio una carcajada de incredulidad y siguió ignorando al anciano el cual prosiguió su camino con su paso lento y su respiración profunda.

Pasaron las horas y la noche empezó a asomar por el horizonte. La princesa sintió la bajada de la temperatura en su piel y a lo lejos, escuchó el aullido de un lobo. El miedo se adueñó de ella y en ese momento aceptaría la ayuda de cualquiera que pasase. Pero nadie pasaba. La princesa intentó andar pero el dolor la tenía secuestrada. Siguió mirando el camino con miedo y la noche siguió avanzando.

A la mañana siguiente, una patrulla de soldados, salió en busca de la princesa. Solo encontraron restos de su vestido manchados con sangre.

Moraleja:  El destino intenta arreglar los errores que cometemos en la vida. Que la venda de los prejuicios no te impida enderezar tu destino 



No hay comentarios:

Publicar un comentario