Olvidando que yo lo construí, comienzo a buscar respuesta en el tiempo, en el universo, en la experiencia.
El tiempo me habla del pasado. Me muestra un camino despejado y me da clases de sensatez en momentos de nerviosismo. Miles de horas acumuladas para hablar de lo que debía. Clases magistrales de lo hipotético y lo auténtico... Pero ahí sigue mi muro.
El universo me muestra lo insignificante que es mi vida. Grandiosas constelaciones repletas de océanos de estrellas que disminuyen con su belleza la importancia de lo relativo... Pero ahí sigue mi muro.
La experiencia es la más sabía de todos. Con mirada cansada habla de lo bueno y de lo malo. Señala lo que siempre ha estado oculto y adivina pasos que jamás habría visto. Consejos que llenan mis bolsillos y enciende una pequeña luz en mi niebla... Pero ahí sigue mi muro.
Sin nada más que hacer ni qué decir me arrodillo ante él. Suspiro con todo el sufrimiento que mis pulmones pueden albergar y comienzo a llorar. Mis manos cubren mi rostro y se mojan con un ritmo incesante de gotas saladas. Agacho la mirada y la veo aparecer. La llave que abre el muro. Ha estado en mi durante todo este tiempo. He sufrido y he llorado por algo que siempre ha estado en mí mientras yo buscaba lejos. Sé que ahora puedo salir, sé que aún no es tarde. Voy a vencer a mi muro. Miles de miedos, dudas e ilusiones luchan por un puesto en mi cabeza. Introduzco la llave, giro la cerradura y...
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