viernes, 14 de agosto de 2020

Mi medio pistacho

 Ella, dulce deseo de la esperanza más ancestral escondida en un envoltorio perfecto solo buscaba la verdad y escribirla en lo más profundo de sus anhelos. 


Él, enjambre de nervios previos a la locura que escondía sus ojos, usó el timbre grave de su voz intermitente para desgranar cada una de las gotas que de su alma brotaban y con el inherente miedo a una oscura reacción que nunca se produjo. Solo percibió libertad 


Ella, energía ausente de maldad, pura y brillante solo quería complementar lo que algún día soñó que sería la felicidad. Rebosante de amor solo deseaba un alma gemela donde depositarlo. 


Él, humillado en una mentira disfrazada de verdad, aguantando golpes llamados caricias, aprendiendo a andar por dónde antes se arrastraba. Sintió las caricias donde solo había soldados, desterró los complejos y los cambió por su besos. Ayudó a la estima a ver amaneceres.


Ella, condenada a pagar una condena ajena, a cargar con el peso de una cruz con otro nombre, a seguir un camino que le lleva por el dolor de siempre. Pudo correr y no quiso, se convirtió en un faro de inagotable paciencia con la única esperanza inquebrantable de que todo habrá merecido la pena.


Él, cobarde en su baile, ansioso ante la verdad y seductor de las madrigueras. No tuvo más remedio que salir del laberinto y abrazarse a la bondad. Escuchar un sin fin de quejidos y coger la mano que siempre le quiso ayudar.


Ellos, dos mitades que no se buscaron pero que se encontraron. Locos profundos que se abrazaron sin importar los nombres. Suspiros nocturnos que acarician sentidos embriagados de pasión.


Ellos, que nunca habían sido separados y juntos volvieron a nacer. Que mostraron sentimientos ante las ventanas que no parpadeaban. Que mezclan al ángel y a la bestia en una misma cama. 


Ellos, encantados de dar por fin consiguen recibir. Recargan besos en un instante sin fin. Sonríen con lágrimas cuando las palabras estorban. 


Ambos son dos mitades de una verdad que solo ven cuando miran al espejo. Ambos encontraron un sueño y lo convirtieron en real. Ambos se quieren y nada ni nadie lo podrá cambiar.



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