lunes, 26 de octubre de 2020

Antiguos desconocidos

 Cada día, Vicente realizaba el mismo camino empinado para llegar a la casa de Vanesa. Una mujer de belleza única e impresionante cuerpo que ejercía la más vieja de las profesiones. 

Después del alba, Vicente se tumbaba en el sucio colchón de Vanesa y le pedía que colocase su preciosa silueta cerca de él para poder abrazarla y dejar que los sesenta minutos que había contratado pasasen sin que ninguna palabra naciese de sus labios. 

Vanesa nunca le preguntó el origen de su actitud. Siempre recordaba la desconfianza tan feroz que nació en su primera visita y se preguntaba en qué momento empezó a necesitar esa hora diaria abrazada por un antiguo desconocido. 

Los otoños pasaron y empezaron a pesar en los cuerpos de Vicente y Vanesa. Cada día costaba más subir la empinada cuesta y a Vanesa ya no le quedaba clientes, solo Vicente. 

Un día cualquiera, Vanesa le preguntó por qué había ido cada día durante tantos años para solo abrazarla y sin decir nada. Vicente contestó: 

- Un día te vi pasar por la calle y tu belleza me inundó. Miré tus ojos y allí estaba, mi media naranja. El amor de mi vida en todas y cada una de nuestras vidas. Nuestras almas se necesitan y se buscan y por eso cada día venía para saciar su sed. Nunca te dije nada porque sabía que me preguntarías cuando estuvieses preparada. He esperado muchos años este momento, pero ha merecido la pena cada uno de ellos. 

Vanesa sintió como si una venda destapase sus ojos y por fin pudo ver a Vicente y ver en su interior. Tiempo más tarde, y tras varios días sin saber de ellos, encontraron a Vanesa y Vicente abrazados en la cama sin vida. Pocos años vivieron juntos, pero lo hicieron con la más intensa de las felicidades. 



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