miércoles, 21 de octubre de 2020

Caperucita roja

 Caperucita roja quiso ir a ver a su abuela a pesar de la insistencia que le hablaba de miedo, soledad en el bosque y posible tragedia. Ella era firme y valiente, alegre y segura. Nada le iba a impedir conseguir un deseo por haber nacido con un género determinado. 


Caperucita roja disfrutó del paseo por el tenebroso bosque. Sorprendida por la ausencia de miedo empezó a cantar y saltar parándose en cada flor que la saludaba y disfrutando del aroma de la rica comida que llenaba su cesta.


Caperucita roja sintió un instinto negativo al llegar a casa de su abuela que le pinzaba la nuca, pero la soberbia que produce el exceso de valentía lo ahogó haciéndolo casi inaudible. Abrió la puerta y un olor distinto contaminó su sentido y fue en ese instante cuando disfrazados en la oscuridad vio unos ojos amarillos con instinto asesino que no la perdían de vista.


Caperucita roja sintió que esos eran sus últimos minutos. Miró y no encontró a su abuela y el instinto de supervivencia le gritó que corriese. Pero no lo hizo, se quedó en el mismo lugar mirando fijamente a esos ojos. Un lobo de enorme tamaño y feroces fauces emergió y se acercó a ella con la saliva colgando. 


Caperucita roja ocultó su miedo y se sentó en una silla intentando inventar una salida que le permitiese continuar con vida. Volvió a mirar a aquellos amenazantes ojos y le dijo:

- Conozco cuáles son tus intenciones, pero me gustaría hacerte una oferta. Solo te pido cinco minutos. Total, no tienes nada que perder.

-  Te escucho - dijo el lobo mientras no evitaba manchar el suelo con su saliva. 

- Sé que es el instinto lo que te mueve. Sólo quieres comer y alimentarte y no te puedo culpar por ello, lo mismo que no culpo al cazador por matar a un animal para darle de comer a su familia. Pero quiero que pruebes lo que tengo aquí en esta cesta. Es comida que le he preparado a mi abuela y dime qué te parece - el lobo devoró con ansia la comida que le ofrecía y no pudo evitar cerrar los ojos y disfrutar de aquel manjar. 

- Nunca he probado algo tan delicioso. Quiero más.

- Te ofrezco cada día un plato de este y otros manjares así de ricos. Pero para eso necesito saber que mi abuela está bien - el lobo abrió el armario que custodiaba la entrada y sacó a la abuela amordazada. 

- Aquí la tienes. Sana y salva

- Dime la verdad. ¿Por qué no te la has comido?

- Me dio pena. Apenas puede andar con soltura, mucho menos correr. No quise devorar a nadie en inferioridad. 

- Eres un ser bueno. Estoy convencida que solo comes por necesidad. Cada día te traeré un plato de deliciosa comida si a cambio proteges a mi abuela.

El lobo accedió y cada día comieron juntos los tres durante muchos años. Nació una hermosa amistad más allá de las apariencias y los roles, allí donde reside la esencia de lo auténtico. Eran tres almas puras compartiendo energía. 



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