jueves, 29 de octubre de 2020

Un corazón en la guerra

Con los oídos aún taponados por el terrible estruendo de las bombas y con su arma todavía humeante, el joven soldado volvió a maldecir aquella guerra mientras se levantaba del suelo. Sus pesados pasos de dirigían al bosque de escombros que antes era una cuidada cuidad que ahora se estaba quemando lentamente. 

Con nuevas órdenes que debía seguir sin dudar, se dedicó a buscar supervivientes entre toda aquella devastación. Mientras caminaba y echaba abajo las pocas puertas que quedaba en pie, se imaginaba cómo debía ser ver su ciudad natal reducida a escombros. Un pellizco en el corazón hizo que asomasen unas lágrimas rápidamente reprimidas.

Un edificio llamó poderosamente la atención del joven soldado. Estaba en muy mal estado, como todos, pero una pequeña puerta metálica lateral estaba totalmente intacta. Se acercó con mucho cuidado y con todos los sentidos en alerta. Cerró sus ojos y empezó a escuchar lo más cerca que pudo sin tocarla y escuchó un estornudo al otro lado. De una severa patada abrió la puerta y con su potente linterna enfocó dentro. Un grupo de 30 mujeres y niños suplicaban sin palabras que no les hiciese daño. El joven soldado no esperaba aquel hallazgo y quiso volverse por dónde había venido borrando de su recuerdo lo que había visto. Pero un potente grito a su espaldas lo puso en alerta.

 - ¡SOLDADO! ¡QUÉ DEMONIOS ES ESTO! - gritó el sargento del que dependía el joven soldado.

- Son un grupo de mujeres y niños que se han refugiado aquí señor.

- Ya sabe cuáles son las órdenes soldado. ¡ACABE CON TODOS AHORA MISMO! - vomitó el sargento en la cara del joven soldado con todo el odio que podía sentir.

- Señor, no creo que pueda matar a toda esta gente inocente a sangre fría - un gesto de ira infinita atravesó la cara del sargento que golpeó al joven soldado tirándolo al suelo absolutamente conmocionado. 

Cuando recuperó levemente la conciencia pudo ver al sargento preparando su arma para acabar él mismo con todas aquellas vidas. Movido por el más primario de los instinto, el joven soldado se levantó y disparó en la cabeza del sargento acabando así con su vida. Le hizo gestos a las mujeres y niños de que saliesen corriendo y posteriormente se entregó a sus superiores. 

El joven soldado cumplió con orgullo muchos años de cárcel militar por haber matado a un superior, pero con la conciencia tranquila de que, en mitad de una guerra, salvó la vida a muchas almas inocentes.


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