lunes, 5 de octubre de 2020

La maldición

 Laura no podía imaginar que aquella ciudad fuese tan grande. Nunca había visto tanta gente al mismo tiempo y una sensación de nerviosismo se instaló en su cuerpo. Su primer trabajo después de terminar una dura carrera la habían llevado hasta allí. No iba a desaprovechar esta oportunidad.

Vio algo distinto en la persona que le alquiló el piso. Un hombre recientemente jubilado pero que aparentaba muchos más años, hablaba sin mirar a los ojos y siempre parecía estar alertar. Pero tan emocionada como estaba, Laura contestó que se quedaba con el piso.

Pronto empezaron los escalofríos en mitad de la noche. Laura era una persona racional y siempre había una respuesta lógica. Una noche un fuerte ruido asustó a Laura y corriendo empezó a buscar el origen del estruendo. Cuando llegó al salón, vio que la TV se había caído al suelo rompiéndose la pantalla en mil pedazos. Lamentando su mala suerte, la volvió a colocar en su sitio y siguió durmiendo. Pero pocos minutos después, otros estruendo a los pies de su cama la despertó, un grito se le escapó mientras rauda encendía la luz. El horror se dibujó en su rostro cuando vio la TV tirada en el suelo de su dormitorio. Sin encontrar respuesta a cómo había llegado hasta allí, no pudo volver a dormirse. 

A la mañana siguiente bajó para hablar con el vecino para explicarle los sonidos en mitad de la noche. No le quiso abrir la puerta y ahí fue cuando Laura se dio cuenta de que sus vecinos también esquivaban la mirada y huían de ella. Las siguientes noches, Laura sentía que no descansaba. A veces se levantaba con dolor de cuerpo y con cara de haber estado toda la noche de fiesta. 

Al mes de estar allí. Otro espantoso ruido la despertó. Rauda, se presentó en el origen del ruido y pudo ver cómo el grifo abierto de la bañera estaba metido en el armario de sus objetos de aseo y lo estaba empapando todo. Corriendo lo cerró y tardó un rato en reaccionar intentando buscar una solución a aquel fenómeno. Otra noche sin dormir. 

Cada vez más cansada y con su energía cada vez más oscura, Laura empezó a plantearse dejar el trabajo y volver a su casa. Pero nunca se rendía y no quería abandonar su sueño de adolescente después de tanto luchar por él. Al tercer mes de estar allí, por fin se cruzó con una vecina en el ascensor. Una mujer mayor con dificultades para moverse. Laura la saludo con toda la simpatía que podía albergar, pero la anciana esquivaba sus ojos con un poso de culpabilidad. Sin obtener ni un "buenos días", Laura sintió rabia por su actitud, por lo que dijo "menudos modales" en voz más alta de lo que ella esperaba. El ascensor se paró en la planta de la anciana que procedió a salir. Pero justo antes de cerrar la puerta, le dijo "chiquilla, por tu salud, es mejor que te vayas de ese piso" y cerró. 

Laura decidió poner cámaras de vigilancia y así poder descubrir qué demonios ocurría en su piso. Varias noches después, la luz de cocina la despertó y, sin saber cómo había llegado hasta allí, se descubrió con un cuchillo de grandes dimensiones en las manos. Lo tiró al suelo asustada y se dio cuenta de que tenía las manos y los brazos llenos de cortes. La sangre le goteaba muy abundantemente. Sin un botiquín al que acceder, salió corriendo al piso de la anciana la cual abrió enseguida. Al verla llena de sangre y tan asustada, accedió a curarla. Laura no paraba de llorar sin comprender lo que había pasado, quién le había hecho esos cortes. La anciana no pronunció palabra mientras curaba sus heridas. Una vez hubo terminado la anciana dijo "te tienes que ir", Laura quería quedarse a dormir esa noche allí con ella. Pero obtuvo un rotundo "no" como respuesta. Laura se volvió a su piso y pensó en revisar las grabaciones de las cámaras para descubrir la verdad. Pero solo se vio a ella paseando por toda la casa sin descanso, lo que explicaba que se levantase con dolor de cuerpo. Hasta que entró en la cocina, cogió un cuchillo y empezó a hacerse cortes en los brazos y en las manos. Momento en el que se despertó. 

A la mañana siguiente, volvió al piso de la anciana. Ésta, al ver que era ella, intentó cerrar la puerta pero Laura se lo impidió y le dijo "no me voy a ir de aquí hasta que no me diga lo que sabe, porque es evidente que todos saben algo". La anciana la dejó pasar y le dijo que se sentase mientras preparaba una café. 

 - Hace muchos años - dijo la anciana mirando a Laura por primera vez a los ojos - estrenamos  estos pisos 20 parejas de jóvenes. Éramos muy inocentes y llenos de energía. Pero pronto empezamos a escuchar peleas y discusiones de la pareja que vivía en tu piso. Él solía beber al salir del trabajo y se ponía violento, y cada noche le pegaba una paliza a su mujer. Eran otros tiempos y nosotros no dijimos nada a nadie, solo empezamos a esquivar a la pareja. Él le tiraba a ella lo primero que tenía a mano, la TV, el grifo de la ducha... Hasta que un día cogió un cuchillo de cocina y la apuñaló varias veces. Ella corrió para pedirnos ayuda, pero nadie le abrimos la puerta y murió desangrada en la salida del edificio. Desde entonces hay una maldición en este bloque. Tu piso debe estar ocupado por alguien para que aquella muchacha sacie su sed de venganza. Sino, nos hace la vida imposible al resto de los vecinos. Así que preciosa niña. Huye ahora que tienes tiempo, no lo pienses. Deja todo lo que hay dentro y corre, ya han empezado los cortes en los brazos, no tardará mucho... - la anciana dejó de hablar y sin dudarlo dos veces se tiró por la ventana acabando así con años de reprimir un secreto incómodo. 

Laura volvió a su pueblo dejando atrás la pesadilla que había vivido. Una sensación de paz visitó sus sueños la primera noche que  durmió en su cama... Hasta que se despertó por la luz de la cocina, solo le dio tiempo a ver cómo ella misma se clavaba un cuchillo partiendo su corazón en dos y muriendo en el acto. 






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